Hoy, 20 de marzo, es el día internacional de la felicidad pero, ¿qué es la felicidad?
Todos hablamos de ella, la buscamos o la añoramos pero la mayoría no podemos alcanzarla porque no sabemos en qué consiste ni dónde diablos está.
La búsqueda de la felicidad encierra una tremenda ironía, queremos aferrarnos a ella para evitar ser infelices y ese esfuerzo puede resultar tan agotador que nos impida estar bien.
Estamos refalfiados pero todo ese lujo y poderío no nos lleva a un estado de felicidad, cuanto mejor vivimos más nos complicamos la vida. No hay más que echar un vistazo alrededor para ver los problemas que tenemos de ansiedad, anorexia, adicciones, baja autoestima o soledad.
Nuestros antepasados vivían en grupo, se necesitaban unos a otros para subsistir. Si el clan te daba la espalda no tenías nada que hacer, desde que el mundo es mundo nos hemos necesitado unos a otros para sobrevivir.
Tal vez es debido a esa herencia el que nos pasemos la vida comparándonos con los demás, necesitamos ser aceptados. No somos nadie sin una familia, una comunidad o una pandilla.
Antes éramos cuatro gatos pero ahora el grupo se ha multiplicado, nos comparamos con nuestros conocidos pero también con cualquiera que veamos en la televisión, en las redes sociales o en una revista. Imposible salir bien parados en esa confrontación porque, además, otra de nuestras características es que magnificamos las bondades ajenas y minimizamos las nuestras.
Como decía Bertrand Russell, “Quien quiera aumentar la felicidad humana, debe querer aumentar la admiración y disminuir la envidia”. No puedo estar más de acuerdo con él. Admirar nos estimula y nos invita a mejorar y envidiar, por el contrario nos genera malestar y nos impide avanzar.
Pregúntate si prefieres fracaso o frustración y si te suena mejor cooperar o competir. Ya sé que es un topicazo y que lo habrás leído mil veces, pero parece que el secreto de la felicidad no está en la búsqueda de más sino en aprender a disfrutar de menos.
Nos acribillan con mensajes de positividad, nos dicen que tenemos la obligación de ser felices, vamos mal si intentamos serlo por imposición.
La felicidad depende más de nuestra actitud que de cualquier otra cosa, por suerte o por desgracia no es algo que nos puedan facilitar los demás. Cuanto antes comprendamos esto, antes podremos empezar a sonreír.
Queremos que todo sea perfecto y cualquier varapalo nos impide ser felices, tal vez porque esperamos mucho y aceptamos poco.
Tenemos una idea de lo que nos puede hacer felices pero lo dejamos para más tarde, tal vez es porque tenemos miedos mortales pero nos creemos inmortales.
Sugiero dormir mucho y soñar largo, escucharnos y escuchar, probablemente descubramos que la felicidad está en lo cotidiano, lo que resulta una suerte porque eso es justo lo que tenemos al alcance de la mano
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